1. Este encuentro tiene por objetivo la justicia
restaurativa. Aunque no sea jurista, me siento interpelado por la convocatoria
porque la justicia restaurativa no es
sólo una variante del derecho penal, sino también una cultura, una variante de
la “filosofía práctica”, de esa teoría de la justicia que se sitúa entre la
política y la moral.
Podemos hablar de una justicia penal
restaurativa pero también de una teoría filosófica de la justicia restaurativa,
que sería como el marco general del derecho restaurativo.
¿En qué consiste ese marco general
que llamamos justicia restaurativa o reconstructiva? Es un enfoque singular de
la justicia. La justicia canónica está centrada en el autor del daño que es el
sujeto de la injusticia. Esa preferenciaesta implícita en el término castellano
de “justicia” que puede entenderse como una virtud o como sinónimo de verdugo: el justicia es el que ajusticia. Pese a esta lejanía
semántica hay algo en común entre ambas
significaciones si recordamos que la justicia tiene ver sobretodo con
una intervención sobre el culpable, quedando en segundo lugar la atención al
sujeto pasivo del daño(1).
Cuando la filosofía práctica se ha
preguntado por la maldad del crimen, ha buscado en algunas de estas tres
direcciones: la autoridad de la
ley, la seguridad de la sociedad
o la educación del culpable.
Según el antropólogo M. Maus, la justicia empieza siendo la sanción aplicada a quien transgrede una
prohibición sagrada y acabará siendo la sanción por la transgresión de
una ley. La ley es el trasunto secular del tabú y la justicia consistirá en uno
y otro caso en restaurar la autoridad
del tabú o de la ley.
Otro eje explicativo es el discurso
político-económico que se articula en torno a los intereses inmanentes de una comunidad amenazada. La justicia (y el
castigo) tienen que ver con la defensa de los intereses, incluso de los
valores, de esa sociedad. Hacer justicia significará neutralizar al peligroso
con la cárcel o el internamiento psiquiátrico.
El tercer eje es de tipo psicopedagógico y
pretenderá la recuperación social del
condenado mediante la pena. La justicia y el castigo están en función de
la educación o regeneración del individuo.
Autoridad de la ley, defensa de la
sociedad, educación del individuo serían los conceptos vertebradores de
justicia subyacente al derecho penal occidental
Si nos fijamos bien observamos que de
estos tres sistemas explicativos están
ausentes las víctimas, es decir, los afectados por la injusticia. Ausencia
notable porque cuando reacionamos espontáneamente ante un atropello con un “no hay derecho” apuntamos en la dirección de la víctima. Nos
indignamos no porque se conculque un artículo del derecho penal sino contra el
daño que se hace a la víctima. Hasta que llega el derecho y la hace invisible
Pues bien, la justicia restaurativa
pone en el epicentro la figura de la víctima. La justicia restaurativa o reconstructiva se llama así porque la
injusticia es vista como una acción que no afecta a una ley o a una persona
sino a la sociedad ya que destruye una relación interpersonal que la justicia
debe reconstruir.
2. El interés por la víctima ¿a qué se debe? No tiene una única causa porque si muchas han sida
las razones de su invisibilización a lo largo de los siglos, muchas han tenido
que ser las causas que han concurrido para hacerlas visibles. Factores que han cooperado en esa
invisibilización han sido el prestigio de la violencia, la autoridad del progreso o el desprestigio
del cuerpo (castigar los cuerpos para salvar las almas). Todo eso ha habido que
remover para poder hablar hoy de las víctimas. Quiero mencionar, aunque no sea
más que de pasado, el peso que ha tenido la ética feminista y de la filosofía
de la memoria.
La atención a la víctima es una novedad
epocal, aunque cuenta con algunos antecedentes que conviene tener presentes. Me
refiero en concreto al debate entre Hegel y Kant sobre el derecho penal. Hegel
se pregunta en qué consiste la maldad del crimen y se recuerda a sí mismo que,
para Kant, la respuesta consistía en la violación de la autoridad de la ley
moral (esa que nos damos todo pero que tiene la autoridad de Dios). Hegel se
distancia dek filósofo de Königsberg y prefiere poner el acento en el daño a la
sociedad o, incluso, a la ley, pero entendida como la expresión de los valores
sociales.
La justicia, en el caso de Kant, consistía
en restaurar la autoridad de la ley violada, dejando caer el peso de la ley.
Para Hegel, sin embargo, la justicia va unida al término de reconciliación (un
tema mayor de la filosofía hegeliana) i.e. la idea de justicia remite a los
actores: a las víctimas, a los victimarios y a la sociedad en su conjunto.
Lo interesante en Hegel es ver cómo
se reubica cada actor en el entramado social: el criminal siente que al matar
ha convertido a la víctima en su destino. Su felicidad queda ligada a la vida
negada. Nadie como el Raskolnikov que creó Dostoieuski en Crimen y Castigo expresa ese destino.
Lo que me interesa señalar es el deslizamiento
de Hegel: ha empezado hablando del derecho penal para acabar proponiendo la
justicia como reconciliación, pero si miramos más de cerca observamos que para
que haya reconciliación hay que poner en juego elementos que escapan al derecho
penal, en concreto, la conciencia de culpa moral. Claro, el criminal tiene que
reconocer que es el autor del crimen, pero Hegel pide más: que reconozca la
culpa, en el sentido moral, i.e. como la cicatriz que deja en uno el daño que
hace al otro.
Si queremos hablar de reconciliación
hay que hablar de culpa moral. Remito a la obra de Karl Jaspers, La cuestión de la culpa (Paidos, Madrid, 1998) para distinguir
entre culpa penal, culpa moral y culpa política.y metafísica. Un crimen puede
tener todas esas dimensiones que hay que tener en cuenta. Eso significa que hay
que saber distinguir entre ellas. Jean Lacroix , en Filosofia de la culpabilidad (Herder, Barcelona, 1980) insiste en que el
juez sólo puede juzgar hechos, no acciones (sentido); al personaje, no a la
persona porque esta está por encima de su crimen (hecho malo). Pero tienen
relación en el sentido de que todos concurren en el proceso de reconciliación
hegeliana
3. Los momentos de esa
reconciliación son, a mi modo de entender, éstos: memoria (Hegel como Descartes desprecia la memoria),culpa,
arrepentimiento y solicitud del perdón.
a) La memoria en el contexto de la
reconciliación. No vale cualquier memoria. Las hay que alimentan el
resentimiento, por eso hablamos de la memoria de la víctima, es decir, de una
memoria del sufrimiento del otro y de la injusticia. La reconciliación sólo es
posible si el punto de partida no es el olvido, la abstracción, sino la memoria
de la injusticia. Eso deja fuera de juego las teorías procedimentales,
discursivas o deliberativas que proponen la estrategia de -para establecer
criterios universales de justicia- hacer abstracción de las injusticias. Eso es
inaceptable aunque lo digan Rawls, Habermas o Apel.
b) La culpa es penal y moral.
Interesa ésta porque la penal es evidente. No confundirla con la culpabilidad
religiosa que es "ante Dios". La culpa moral es el reconocimiento del
daño que se hace a uno mismo, haciendo daño al otro. No perdamos de vista la
gran paradoja de la culpabilidad: pedimos conciencia, lucidez sobre el alcance
de una acción, pero de una una cción que por principio mina esa lucide. Por eso
choca tanto hablar de culpa: hay como una especie de anastesia social (esto es
evidente en la sociedad vasca).
c) El arrepentimiento consiste en
tomar medida de la dimensión del crimen: atentado a la ley, daño al otro y daño
a uno mismo. Cuando Raskolnikov se da cuenta de todo esto (y tarda en hacerlo
porque es un proceso como bien se ve en Lady Macbeth), no elude el castigo,
pudiendo hacerlo (ya estaba dscartado como autor del crimen), sino que se entrega
y acepta el castigo, el sufrimiento, como expiación, como el precio de su
salvación moral.
En mi encuentro con presos
ex-etarras en Nanclares de Oca, algunos presos se negaban a arrepentirse de sus
ideas, pero es que el arrepentimieto no es de ideas (de eso se discute,
argumenta y se convence) sino de hechos, de hechos violentos. El
arrepentimiento llega a la conclusión de que “mejor que aquello no hubiera
ocurrido”. Pero, ojo, esta conclusión no se debe a que haya resultado más
rentable, en términos de poder, jugar a la democracia que pegar tiros, sino al
reconocimiento de que la violencia ha causado daños irreparables en los demás y
en uno mismo con los que habrá que convivir.
d) La petición del perdón. Hay que
distinguir entre solicitud del perdón y concesión. La petición es condición
indispensable para la reconciliación, mientras que la concesión sería su
completud. Con la petición se logra la recuperación para la sociedad del
victimario. Si no se otorga lo que se muestra es que la cicatriz sigue, aunque
la herida haya sido suturada. La petición es la lógica consecuencia del reconoc
de la culpa penal y moral
Suelo decir que el perdón es
gratuito pero no gratis. No es gratis pues algo tiene que poner de su parte el
criminal. Derrida parece querer decir otra cosa cuando habla de que “el perdón
es de lo imperdonable”, es decir, gratis. Pero en el fondo decimos los mismo:
el perdón siempre sale gratis porque no
hay manera de comprarle aunque se “pague” con el arrepentimiento. Ahora
bien, de cara a la reconcilición social, el victimario no puede ser un sujeto
pasivo: se le necesita, se necesita su presencia activa, se necesita que haga
ese proceso que lleva a la solicitud del perdón. Pero siempre es “gratuito”:la
víctima puede o no perdonar. Y cuando perdona es a sabiendas de que el valor
del crimen no tiene precio con que pagarlo
4. Si bajamos de la teoría a la
práctica y nos preguntamos si el adios a las armas de Eta ha supuesto un avance
en el proceso de reconciliación ¿qué se puede decir? Desde luego, ha supuesto
un alivio para la existencia cotidiana,
pero ¿ha avanzado la convivencia? Dudas razonables: a) las elecciones
vascas han supuesto para muchas víctimas y otros muchos una evidente
frustración por el triunfo de los violentos y de los amigos de los violentos. Hemos
entrado en un proceso de “normalizacón” que para muchos significa pasar página;
b)la frustración se traduce en crítica al Tribunal Contitucional por no haber
ilegalizado a Bildu, desconociendo el alcance de la legalidad y, si se me
apura, la generosidad de la democracia con sus propios enemigos; c) mi
pregunta es si no somos todos
responsables de esa peligrosa “normalización” (el peligro no se refiere a la ausencia
de la violencia, sino al de pasar página). ¿ Por qué digo “todos”? Porque
todos, también las víctimas, hemos apostado por centrar el debate en la culpa
penal; nos ha preocupado la legalidad del crimen: si hay que ilegalizar a un
partido político, que si el cumplimiento íntegro de las penas, que si la
obtención de beneficios penitenciarios.
Claro que la impunidad es importante
y no se puede aceptar, peor para la reconciliación social cuenta tanto o más la
culpa moral que es la que posibilita un cambio interior y por tanto otra
política. Recordemos que los daños morales no siempre son tipificados como
delitos, pero son daños sociales entregados a la conciencia social.
Somos responsables de no haber cuidado ese
debate y de no haber estado atento a los retos o señales que nos venían desde
el otro lado. Cuando desde Bildu y su entorno alguien hablaba de pedir perdón,
no nos lo tomábamos en serio porque dudábamos de que fueran sinceros o porque
nosotros no le damos importncia. Y eso es un problema.
5. Quisiera explicitar esa atención
a las señales que vengan de ese mundo analizando la carta de Chelis, "Pedir perdón desde el
sufrimiento de la víctimas", y la respuesta de Mikel Azurmendi (2).
La carta de Chelis merece todo el respeto. Es una análisis crítico,
responsable, que termina así: "habiendo sido durante años militante de Eta
soy plenamente consciente de la responsabilidad que ello conlleva para con las
numerosas víctimas que ha generado Eta....estoy profunda y sinceramentre arrepentido...pido
públicamente perdón de todo corazón..."
Por mi parte, me permito tres
consideraciones que dividiría en los siguientes apartados:
a) lo encomiable de la carta que se
substancia en reconocer el daño, el arrepentimiento, la solicitud del perdón.
Sobre este particular precisa que no espera
ningún favor sino que lo hace porque lo considera un gesto humano que dignifica;
también le mueve a ello la esperanza de que ese gesto ayude a realizar el duelo
de los familiares.
b) Lo discutible de la carta.
Resulta discutible que Chelis se
asigne, por el ehcho de perdir perdón, una dignidad y humanidad que podríamos
calificar de precipitada. Nadie pierde la condición humana por un hecho y nadie
recupera la humanidad perdida, con un gesto. La cosa es más complicada: un acto
criminal "enferma el alma", atenta contra la humanidad del autor que
la ve disminuida en cierta medida. ¿En qué consiste esa "autolesión"?
en empobrecer la autonomía, en desgastar el poder de la propia conciencia. Tras
el crimen el criminal queda a merced del otro. Es lo que Hegel llamaba
"destino". No es el perdón el que devuelve la humanidad o la dignidad
perdida. Esa conquista es un proceso cuyo centro es la relación entre el daño
al otro y el daño a si mismo; entre el empobrecimiento de uno y la autoridad
del otro. Volviendo al ejemplo de Raskolnikov: él no ve dignidad en su
arrepentimiento, sino en el sufrimiento que se merece. Eso le sirve de
expiación, de purificación, y, al final, de vuelta a la vida.
c) Finalmente, lo ausente. Ausencia
de la dimensión social del crimen: ha hecho daño al otro, se ha hecho daño a si
mismo, pero también la sociedad, que ha victimizado. Su solicitud de perdón
debería dirigirse también a la sociedad dañada. Ahor a bien, ¿qué significa
"pedir perdón" a la sociedad? Reconocer, en primer lugar, el alcance del daño causado con la acción
criminal: ha fracturado la sociedad, la ha enfrentado, envilecido y
emprobrecido."Pedir perdón" tiene que ver con superar la fractura y
realimentar la sociedad. Si el eje de la fractura pasa por la ideología en cuyo
nombre se ha matado, hay que repensar esas ideas "nacionalistas" en
cuyo nombre se ha matado. El pedir perdón obliga a quien lo solicite el
plantearse la política es términos postnacionales y no ya nacionalistas.
La respuesta de Mikel Azurmendi me
parece un ejemplo de debate entre intelectuales demócratas. Empieza diciendo
que "hay que aplaudir la personal reflexión moral del ex dirigente de
Eta", pero la encuentra insuficiente en un punto clave: no reflexiona
sobre el daño a la sociedad ("la gran víctima") i.e. falta la
dimensión política del daño. Si el terrorismo etarra tenía intención política,
al tener lugar en un contexto democrático, ese terrorismo resulta
particularmente dañino. Y describe sus daños: fractura social, perversión del
lenguaje, de la historia, envilecimiento de la vida social (los demócratas era
tratados como traidores y los matones como héroes), freno al desarrollo
económico, freno al progreso moral de la ciudadanía...
Estos aspectos "políticos"
no deberían descartarse de una reflexión "moral" como la que pretende
Chelis porque forman parte de la
ética cívica. Señala dos momentos particularmente peligrosos en su discurso: cuando
dice que el objetivo de su autocrítica es erradicar "definitivamente todo
tipo de violencia especialmente la violencia de intencionalidad política"Azurmendi
se pregunta ¿de qué está hablando? ¿de equiparar la violencia de Eta con la del
Estado?. Ese lenguaje suena al de Eta, al del nacionalismo radical, al de
Setién que cita...¿Es violento el Estado
español cuando encarcela a los terroristas? ¿habría que resolver las cosas
dialogando con los pistoleros?
La segunda pregunta crítica que le
dirige se refiere a un momento de la carta en la que se dice que vivimos en un
país "tejido de tantos encuentros y desencuentros" que tenemos que
aportar lo mejos de nosotros mismos para superar esos desencuentros. Esos
desencuentros, se pregunta Azurmendi, ¿son entre visiones alternativas en el
sentido de que las dos valen democráticamente o entre una que es democrática y
otra que es totalitaria?
Azurmendi recomienda a Chelis que ponga su inteligencia al
servicio de la verdad y desmonte los mitos sobre la nación vasca, sobre la
lengua, sobre la historia o las historias inventadas. Se despide reconociendo
que la carta es el principio de un diálogo al que él está dispuesto.
Reyes Mate (Intervención
en las IX Jornadas de Derecho Penal en Homenaje a José María Lidón, tituladas "Justicia
restaurativa. Una justicia para el siglo XXI: potencialidades y retos",
celebradas en Bilbao, Palacio de Justicia , 21 de noviembre 2012)
Notas:
(1) Paul Ricoeur ha visto en esa
tendencia un resto de venganza a la que el famoso garantismo trataría de darle
un aire de civilidad, cf. P. Ricoeur “Justice et vengeance”, Le Juste 2
, Éditions Esprit, 2001, París, 257-266
(2) Ambos escritos han sido publicados por la web
Fronterad: wwwfronterad.com/?q=print6433