Un modesto equipo de fútbol,
compuesto de aficionados, ha ganado merecidamente a otro de profesionales
ricos. La noticia no merecería mayor atención si no fuera porque, en esta
España que zozobra por sus problemas económicos, el fútbol de los ricos, que es
muy rico, simboliza como nadie el lujo y despilfarro que nos ha llevado a la
crisis actual, mientras que el fútbol de los pobres, que es pobre, anuncia el
futuro que nos espera. Contra lo que pudiera parecer, ese futuro más modesto,
que ha ganado al rico, es una potente señal de esperanza.
El presupuesto anual del Mirandés es
casi equivalente a lo que cobra el jugador del Real Madrid, Cristiano Ronaldo,
en mes y medio. Esta distancia sideral no debería permitir que hubiera puntos
de comparación entre ambos equipos. Nada les debería ser común porque, aunque
los ricos también lloran, se consuelan pronto yendo de compras. Pero hete aquí
que esos puntos de contacto los hay. El entrenador del Mirandés, Carlos Pouso,
les ha cogido al vuelo al decir "los pobres a veces somos más felices que
los ricos". Los jugadores de equipos pobres y los de equipos ricos penan y
gozan, con la diferencia de que la alegría y el sufrimiento del jugador no
están en función de la cuenta corriente, sino que son el resultado de su propio
esfuerzo. Por eso el entrenador mirandés da un paso más y se compara con
Mourihno "al que no llega ni al barro de los zapatos", dice, pero
sintiéndose "más feliz que él".
Tiene coraje este entrenador al
compararse, no con el mister del Español,
al que acaba de mandar a casa, sino con el del Madrid, el club más rico. Parece
una osadía. Si hubiera tenido en cuenta los números de cada equipo, no debería
haberlo intentado. Pero hace bien en compararse con el orgulloso portugués por
dos razones: en primer lugar, porque las reglas de juego son las mismas. A los
pobres no se les permite jugar con uno más para compensar el menor presupuesto
de la plantilla. Y, en segundo lugar, porque los futbolistas no son dioses
aunque así se les trate. Reconozcamos de una vez que el jugador del balompié
practica un juego primitivo, hecho para que exploten pasiones y sentimientos
elementales que son comunes a todos los humanos. Tierno Galván, en uno de sus
bandos inolvidables, pronunciado en vísperas del Mundial del 82, celebrado en
España, lo definía como un juego en el que “once diestros y aventajados atletas
compiten en el esfuerzo de impulsar con los pies y la cabeza una bola elástica,
con el afán, a veces desmesurado, de introducirle en el lugar solícitamente
guardado por otra cuadrilla”. Vamos, que se trata de un juego de arrabal en el que una cuadrilla de mozos bien
plantados golpean una pelota para meterla entre tres palos. Para practicar el
fútbol no hay que pasar por Salamanca. No hay que quitarles su mérito pero lo
de jugar a fútbol lo hace cualquiera aunque para jugar como Leo Messi haya que
pasarse toda la niñez haciendo novillos. Es verdad que le hemos echado mucha
literatura al juego. Jorge Valdano hablaba "de la terrible soledad del
jugador en el área pequeña". Puestos a buscar metáforas de la soledad, hay
otras experiencias más elocuentes que la del futbolista tirando un penalty.
Se puede jugar más o menos bien,
pero el derecho a la alegría lo tienen todos. El que en este caso haya caído
del lado del equipo modesto es lo que eleva el triunfo del Mirandés de anécdota
a categoría. Hay vida fuera del talonario. Se puede ser feliz viviendo más
modestamente. Si algo no puede permitirse ya este país es el "modelo Florentino"
que ha llevado el lujo al exceso, erigiendo el dinero en principio de felicidad
o de éxito.
Después de la bronca política que ha
acompañado los gobiernos de Zapatero, hemos entrado en una fase de calma chicha.
Rajoy debe de andar buscando el norte y el PSOE, su sitio, después de la derrota.
Unos y otros podían dedicar unos instantes al Mirandés. Si los políticos de uno
y otro signo piensan que el futuro puede consistir en volver de alguna manera a
los viejos buenos tiempos, están equivocados. El susodicho "modelo
Florentino", al que aspiraba todo españolito, es, además de vacuo,
imposible. Como decía un viejo comunista en la clandestinidad: "el
problema del capitalismo no es que sea malo, es que no hay para todos".
El futuro pasa por una
reconciliación con una forma más modesta de existencia. Y eso es lo que
representa el Mirandés. Tierno Galván recomendaba, al final de su bando, que
tuviéramos cuidado con los “pícaros, cortabolsas, sopistas, catarriberas y otros
muchos de dudosa condición” que podían robarnos la cartera si nos distraemos
celebrando el fútbol. Eso lo decía hace treinta años y ahora son otros tiempos.
Quienes en realidad nos han robado la cartera ha sido ese circo millonario que
nosotros hemos jaleado. Muchos de los que han hecho caja se han esfumado y ahí
quedan algunos iconos, los futbolistas millonarios, de ese tiempo pasado. Pese
a su glamour son el pasado, el resto
de un naufragio. El futuro lo representan los equipos aficionados que son felices
cuando hacen bien las cosas. El Mirandés, por ejemplo; el Mirandés como
ejemplo.
Reyes
Mate (El Norte de Castilla , 4 de
febrero 2012)