28/3/20

“La biblioteca de Reyes Mate”


            El Ciervo me propone abrir las puertas de mi biblioteca para recorrerla con los lectores. Es un mal momento porque las bibliotecas son cuerpos vivos que nacen, se forman y mueren sea porque se desintegran o porque mutan en células de otros cuerpos vivos. La mía se encuentra en cajas a punto de viajar. Lo que puedo contar es lo que hay en esas cajas. Hay muchos libros, miles, de libros leídos y otros, no, que sé que no leeré. Representan las etapas por las que he pasado y que espero haberme incorporado. No me pueden acompañar porque se muere solo pero son libros llenos de vida que pueden animar a otros como lo han hecho conmigo, por eso estoy preocupado en buscarles un hábitat en donde sobrevivan.
Lo ideal sería algo así como lo que vi en la biblioteca de la Universidad Hebrea de Jerusalem con los libros de Gershom Scholem. Les había donado toda su biblioteca y en lugar de dispersar sus libros los recogieron en unas salas con el mismo orden que tuvieron con él. Si tu buscabas, por ejemplo, Franz Rosenweig o Walter Benjamin no sólo tenías sus obras sino las que él relacionaba con los susodichos autores: las que él estimaba que eran sus fuentes y las que trataban sobre su pensamiento. Al margen de muchas páginas estaban sus comentarios: “este no tiene idea”, decía de un famoso filósofo o “insuficiente comprensión” o “exacto”, decía de otros. Toda una guía. Pero ni soy Scholem ni mi biblioteca es comparable aunque la mía, como la de la mayoría, tiene en su desorden, un orden que no es, en mi caso, el alfabético sino esas etapas por las que uno ha pasado. La literatura existencialista de origen francés, con Sartre y Camus a la cabeza; la marxista, en sus diferentes tradiciones, que quedaron recogidas en las dos obras que escribí con Hugo Assmann sobre “Marxismo y religión”; los libros que me acompañaron durante mi tesis doctoral en Alemania sobre “El Ateísmo, problema político”; un buen seguimiento de la teología política europea y de la teología de la liberación latinoamericana; el empacho habermasiano. Y un seguimiento regular de la historia de la filosofía antigua y moderna, sin olvidar una querencia constante por Aristóteles y Santo Tomás. Todo eso está ya en cajas esperando un destino. Por ahí he pasado y ese pasado ha pasado por mí. Lo llevo pues puesto con lo que el desprendimiento no es abandono sino una reducción a lo esencial.

            Porque no me desprendo de todo. Me quedo con lo que en este momento pienso me ha de acompañar hasta el final (estando abierto por supuesto a todo lo nuevo que me advenga). En primer lugar, con las obras de J.B. Metz, mi maestro, sobre teología política. Cada vez estoy más convencido que ese tipo de teología tiene las claves de la racionalidad. Me quedo igualmente con  un muestrario generoso de “filosofía después de Auschwitz”. Si hay que repensar todo a la luz de la barbarie, me quedo con los pocos autores que se lo han tomado en serio (Benjamin, Adorno, Levinas, Derrida, Horkheimer, Arendt, Agamben) y, por supuesto, los testigos imprescindibles (Levi, Antelme, Hillesum, Semprún, Kertesz). He dejado unos estantes con otro de los temas que más me ocupan, a saber, lo que he dado en llamar “pensar en español”. Quien piense en esta lengua no puede olvidar, por un lado, que alberga experiencias de vencedores y vencidos y, por otro, que la hablamos porque ha silenciado a otras. Me interesa escuchar esas voces, por eso valoro la compañía de Las Casas, Gustavo Gutiérrez, León Portilla, El Quijote, García Márquez. En este capítulo hay un lugar especial para el teatro que he ido descubriendo de la mano de Juan Mayorga. En su teatro -y en el de otros como los clásicos o en Passolini- hay un coro de voces que hacen presente ese doble trasfondo del pensar. Y viejos libros para releer. A los libros como a las ciudades hay que volver. De algunos hablo a continuación.

1. La Fe en la Historia y en la Sociedad de J.B. Metz (en Cristiandad). Una visión de la historia y de la racionalidad desde la perspectiva de una teología política singular. Gracias a una potente teoría de la razón anamnética el autor va abriendo espacios a la reflexión filosófica sobre lo que significa la vida y la muerte. Frente al abuso schmittiano de una teología política que instrumentalizaba la religión al servicio de la política (y ¡qué política!), Metz nos ofrece el impagable servicio de descubrir las fuentes ocultas de la racionalidad que tienen clave teológica. Bajo un aparente desorden formal, Metz va labrando visiones inolvidables sobre el tiempo, la historia, la libertad, el relato o la emancipación. Decir que, como suele hacerse, que la razón moderna es un cristianismo secularizado, no significa que esa secularización del cristianismo agote las posibilidades semánticas de la religión. Se lo dice a Weber, pero también a Habermas.

2. La visión de los vencidos (en la UNAM de México) es un libro muy modesto de León Portilla que recoge relatos y cantos de los conquistados por los españoles en el viaje de Colón a las Indias. Pero es también algo más, a saber, un modelo de mirada, la del vencido, esa mirada que, según Adorno, es la propia de la víctima en el momento de su sacrificio. Es un libro con el que tropecé en el Museo de Antropología de México y que me cambió la vida  porque me hizo tomar conciencia de la mirada del otro. Tengo bien señalada la pág. 109 donde los indígenas nos dicen que "donde llegaban los españoles, todo quedaba desolado" (ib., 109). Ese libro debería estar en todas las escuelas españolas. No hay mejor vacuna contra el patrioterismo.

3. El Manifiesto Comunista de Karl Marx. Mi primer ejemplar está en francés adquirido en 1960. Hay en ese escrito un impulso profético en favor del ser humano por el que siempre me he interesado. Nunca me interesó el marxismo ortodoxo ni tampoco comparto el desinterés actual por esa cultura filosófico-política. Hay textos de Marx como el capítulo XXV del primer libro de Das Kapital o sus textos críticos sobre la religión que siempre tengo a mano. Me gusta más el joven Marx que el otro no porque prime la filosofía sobre la economía sino porque ese primer Marx, tan devoto del dios Prometeo, asume como tarea del ser humano la búsqueda de una respuesta que le salve. Luego se hará prudente y sólo se interesará por lo que le oprime o explota, es decir, por su condición de trabajador. Pero antes era el desafío del hombre lo que le convocaba.

4. La Leyenda del Gran Inquisidor, un capítulo de Los Hermanos Karamazov de Dostoievski. No creo que haya en la literatura mundial algo tan sobrecogedor como ese diálogo entre el viejo Inquisidor de Sevilla y Él. El viejo Inquisidor tiene un secreto: sabe que la libertad hace infeliz por eso se ha empeñado en canjear la libertad humana por pan y seguridad. Cuando aparece Él un viernes santo para aguarle la fiesta de un auto de fe, decide apresarle. El monólogo del viejo eclesiástico es un resumen de la historia de la humanidad. Trata al ser humano como si fuera un niño, engañándole  a sabiendas con promesas falsas pero porque sabe que la libertad del ser adulto es insoportable. La libertad es transgresora y la transgresión acarrea sufrimiento y muerte. Pan por libertad. Esa es la clave de su éxito. Y por eso no pude tolerar que vuelva el Nazareno para desdecirle recordando que Él vino ofreciendo libertad. El Inquisidor ama al hombre, como Jesús, pero, a diferencia de Él, sabe cómo hacerle feliz. Desde mi juventud me han acompañado los dos momentos finales de este singular diálogo puesto que sólo habla uno: “mañana arderás en la hoguera”, y, el beso del prisionero. Lo cruel que puede ser la compasión y la infinita ternura de quien ha sido traicionado.

5. La Tesis sobre el concepto de Historia de Walter Benjamin (en Trotta). Considero a estos veinte fragmentos, que caben en quince folios, uno de los grandes momentos de la filosofía del siglo XX. Son crípticos y por eso inagotables. Son la piedra angular de un nuevo pensamiento. Esta refundación del pensamiento ilustrado queda provocadoramente esbozada en la primera de las Tesis donde su autor replantea la relación entre razón y religión. Esta nueva ilustración arranca, como la clásica, de una confrontación entre razón y religión, pero si aquélla lo resolvía despidiendo a la religión, Benjamin plantea una provocadora alianza entre el muñeco mecánico (que representa al “materialismo histórico”) y el enano feo y jorobado (que representa a "la teología"). La provocación no fue entendida en su tiempo (ni al marxista Brecht ni al místico Scholem les  hizo la menor gracia la propuesta benjaminiana), ni hoy. Los comentaristas y lectores de las muy citadas Tesis pasan como por sobre ascuas sobre la primera de las Tesis. Sin ella, sin embargo, no se entiende nada: ni la crítica al progreso, ni la rebeldía contra la tiranía del tiempo continúo, ni el rechazo a la pretensión cientista de la historia, ni el envite mesiánico que estructura su concepto de racionalidad.

6. El Mudejarillo, de Jiménez Lozano (en Anthropos). Este escrito está en representación de otros muchos que he leído del escritor español que más me ha interesado. Su escritura es fontanal como si de una forma natural manara de experiencias que piden ser expresadas. Habla de Fray Juan o de Fray Luis o Teresa como si hubiera estado en compañía y quisiera contarnos. No hay artificio ni afán de novedad sino impulso vital. Ese trabajo de sensibilización que logra a través de la creación literaria se completa en él con una contagiosa curiosidad intelectual que me ha alimentado constantemente. Gracias a él visité La Realidad histórica de España, de Américo Castro, y los recovecos castellanos de moriscos y conversos o la España que puedo ser. De sus ensayos conservo uno, ensombrecido de tanto hojearlo, Los cementerios civiles y la heterodoxia española, que tiene la rara virtud de brindarnos notas a pie de página que es cada una un tratado. Es uno de esos autores que garantiza un disfrute intelectual indiscutible para quien aún no le haya descubierto.

7. Etty Hillesum, El corazón pensante de los barracones (en Anthropos). Las cartas y el diario de esta joven judía, gaseada en Auschwitz, son la prueba del recorrido teórico y práctico del sufrimiento. Carente del bagaje cultural correspondiente, esta mujer, siguiendo el rastro de la com-pasión, conquistó cimas místicas sorprendentes. Si queremos interrumpir un tipo de pensar que ha llevado a la catástrofe, las palabras de Hillesum son una buena introducción para un modo de pensar alternativo.

Reyes Mate (El Ciervo, nr. 778, diciembre 2019, 38-39)