Mujeres de Negro es una
asociación de mujeres serbias, nacida en Belgrado hace 24 años para “expresar
el más profundo rechazo a la política del régimen serbio, el mayor responsable
de la guerra en la exYugoslavia". Denunciaban la guerra invocando el simple
principio "no en nuestro nombre". Que los genocidas serbios supieran
que sus matanzas a bosnios, croatas y kosovos, no la podían justificar "en nombre del pueblo serbio" al que
estas mujeres pertenecían y tampoco las tomaras a ellas como excusa para sus
crímenes por aquello de que los hombres matan en las guerras para defender a
las mujeres y a los niños. Nada de eso. No las representaban ni como ciudadanas
del pueblo serbio ni como mujeres.
A su líder
más conocida, Stasa Zajovic, que andaba estos días por España, alguien le
preguntó "pero ¿cómo llegaron a eso?", "¿cómo fue posible que en
un muy breve espacio de tiempo pasaran de una convivencia modélica al odio más
destructor, al genocidio y a la violación sistemática de todo lo respetable".
Porque no hay que olvidar que en Yugoslavia convivían pueblos muy diferentes.
A una
pregunta tan simple como fundamental sólo cabía una respuesta matizada:
"hubo muchas causas tales como el militarismo o la voracidad de la
Nomenklatura comunista que ha había echado cuentas de las ganancias que podría conseguir
si repartían entre unos pocos el patrimonio nacional. Pero sobretodo hubo una causa, el nacionalismo".
No es
ociosa esta referencia a la violencia en la exYugoslavia ahora que el fervor
nacionalista ha prendido en tantos catalanes. Es verdad que Cataluña no es
Yugoslavia, lo que en este caso nada dice en favor de los catalanes.
Yugoslavia, en efecto, era una comunidad en la que la convivencia estaba muy
asentada. Era, eso sí, mucho más plural que Cataluña pero habían dado con la
tecla de una existencia pacífica y respetuosa con la comunidad de credos,
lenguas, alfabetos y etnias, hasta el punto de que el mundo se miraba en ellos.
Todo saltó por los aires en un santiamén y ahí siguen hoy, lamiéndose las
heridas por los sufrimientos causados y recibidos. Lo más sorprendente de esta
severa experiencia histórica es que el nivel de convivencia dentro de la
pequeña Serbia es muy inferior al que tenían al interior de la gran Yugoslavia.
No resulta
cómodo hablar de nacionalismo porque en la cultura europea representa sus
momentos más tristes y más bajos. Resulta inimaginable hoy en día un debate
sobre el nacionalismo entre intelectuales europeos. Claro que hay nacionalistas
en Francia, Gran Bretaña o Dinamarca, pero eso tiene que ver con intereses
inconfesables o con viejos prejuicios, no con razones que se puedan exponer
para ser defendidas o refutadas. Puede interesar como un fenómeno social pero
no por lo que tenga que decir. Por eso sorprende la facilidad con la que
respetados intelectuales catalanes, algunos muy reconocidos, se han tirado a la
piscina. Lejos de aportar argumentos se han dejado contaminar por los tópicos
políticos como si en esa soñada patria sólo tuvieran lugar de preferencia los
más madrugadores.
El que el
nacionalismo sea intelectualmente indefendible no significa que no pueda ser
defendido políticamente. Se oye decir estos días que tienen que hablar la leyes
y la política. Ojalá lo hagan cuanto antes. Pero también hay que tener en
cuenta a las voces que nos hablan desde lo profundo de la experiencia histórica,
por ejemplo, desde la gran catástrofe humanitaria que fue el genocidio judío.
Hanna Arendt asistió al juicio del dirigente
nazi, Adolf Eichmann y, pese a sus críticas a todo aquel montaje publicitario,
declaró estar de acuerdo con la sentencia que le condenaba a la horca, pero por
algo en lo que no reparó el tribunal y que viene a cuento, a saber, "por
haber sostenido una política consistente en negar al pueblo judío y a otros
pueblos el derecho a compartir el lugar en que se encontraban, como si Vd. y
los suyos pudieran decidir quien tiene derecho o no a habitar el planeta".
El crimen contra la humanidad consistía en apropiarse del territorio y negar a
otros pueblos el derecho a compartirlo". ¿Qué otra cosa pretenden los
nacionalistas? Pueden invocar que históricamente las cosas se han hecho así. Y
es verdad, pero gracias al deber de memoria hemos aprendido que eso lleva a la
catástrofe y por eso nació la Unión Europea, como un proyecto que trascendía
los nacionalismos. El soberanismo catalán es un anacronismo y, sobre todo, un
proyecto de olvido construido a espaldas de la dura experiencia europea.
Reyes Mate (El Norte
de Castilla, 7 de noviembre 2015)