Jaime Mayor Oreja, que fue ministro de un gobierno español y pudo ser más, se ha puesto al frente de una troupe muy ruidosa que predica, según sus propias palabras, “la verdad de la creación frente al relato evolucionista”. Lo de que predique la creación es una verdad a medias pues lo que defiende no es el origen creado del universo, algo que judíos y cristianos aceptan, sino el creacionismo, esto es, una versión, al tiempo infantil y agresiva, sobre el origen del mundo harto discutible. Este movimiento, que viene de grupos religiosos de los Estados Unidos, tiene como único soporte la interpretación literal de la Biblia. No parece que les importe ni la ciencia, ni tampoco la interpretación ilustrada de los textos bíblicos. Hace unos años inauguraron un museo creacionista y allí se explicaba que los dinosaurios desaparecieron con el diluvio porque el Arca de Noé no les habilitó una estancia a la medida de sus proporciones.
Un observatorio atento a los desarrollos multidisciplinarios de la cultura anamnética, particularmente en la relación de la memoria con la política, la moral, el derecho, la religión, la literatura y las artes escénicas. Este blog incluye una recopilación de trabajos de Reyes Mate (artículos, conferencias, reseñas ya publicados y textos inéditos). Posteriormente acogerá trabajos de otros autores.
21/1/25
El frente religioso del trumpismo
14/1/25
La piedad de las palabras
Menudean estos días escritos sobre la esperanza, nada impropio en un tiempo de espera como éste de Adviento. Lo sorprendente es que sus autores no son religiosos sino pensadores muy mundanos que no están contagiados del espíritu navideño, sino de su contrario.
La filosofía, en efecto, sólo habla de la esperanza desde la desesperación. En los tiempos de entreguerras del siglo pasado, cuando era medianoche en la historia porque el mundo se debatía entre el totalitarismo pardo de los nazis y el rojo del estalinismo, se hizo célebre la idea de que “sólo por los desesperados nos es dada la esperanza”. Se descubrió la esperanza donde menos se esperaba, a saber, entre los desesperados. Y eso es así porque el desesperado no es un ser humano resignado con su mala suerte, sino alguien que echa de menos la esperanza, por eso, porque no la tiene y necesita tenerla, se siente abatido.