14/4/25

Un gesto autoritario que marca una época

            Hay gestos que resumen una época. La mano de Donald Trump, apuntando amenazadoramente a la cara del Presidente de Ucrania, simboliza un nuevo tiempo político, el del autoritarismo, que no reconoce ciudadanos sino súbditos; no países aliados, sino colonias sometidas.

             Aunque el cambio venía incubándose desde antiguo, el gesto de Trump, radiado a plena luz, ha conmocionado a Europa, que de pronto se ha visto obligada a despertar. Durante siglos pensó que Occidente era una prolongación de Europa y ahora descubre que es un territorio enfrentado.

             Llegan voces de políticos diciendo “algo hay que hacer”, pero sin saber qué pues no basta decir que Trump no nos representa. Cometeríamos un error imperdonable si pensáramos que ese dirigente, prepotente y primario, defiende estilos, valores o intereses ajenos a los de la cultura del Viejo Continente. Todo da a entender, por el contrario, que Trump nos ha entendido, sólo que es más consecuente.

5/3/25

“Debe de haber algo más” o la vocación conciliadora de la memoria en Max Aub

            1. Max Aub ocupa un lugar muy especial entre los exiliados españoles. Son pocos, en efecto, los que reflexionan sobre su experiencia de exiliados. La mayoría vive el exilio como una circunstancia sobrevenida carente de significación especial. Muchos intelectuales hubieran hecho lo mismo de no haber tenido que pasar por el exilio. Para Aub, por el contrario, el exilio se convierte en la experiencia central de su quehacer intelectual. En esto coincide con María Zambrano que pronto descubrió en el exilio la verdadera patria, a saber, ser exiliada, la diáspora. También con Jorge Semprún. Cuando le preguntaban quien era respondía que su verdadera identidad consistía en ser exdeportado, es decir, alguien que aunque fue liberado del Lager de Buchenwald, nunca salió de él. No pudo ser un repatriado (porque no tenía patria a la que acogerse), tampoco un mero a-pátrida (instalado en el cosmopolitismo), sino alguien obligado, impulsado a construirse un espacio personal y político desde su experiencia como deportado.

 Caso parecido al de Semprún es el de Aub. Como Semprún, nunca salió del campo, de ahí que su gran obra esté marcada por ese término, Campo, que son seis: Campo cerrado, Campo de sangre, Campo abierto, Campo del Moro, Campo francés, Campo de los Almendros. Como Semprún el campo lo llevaba dentro y sólo podían liberarse de él en la medida en que creaban un nuevo espacio que no era sólo ausencia del anterior sino uno nuevo. La diferencia entre uno y otro es que en el caso de Semprún, la luz venía de Buchenwald que fue campo nazi y soviético; en el de Aub, de su experiencia en la guerra y posguerra pero filtrada por la cultura diaspórica (la experiencia judía del exilio).

23/2/25

Memoria y democracia: afinidades y diferencias

            El trasfondo de estas reflexiones es el título de una ley, titulada  “Memoria Democrática”, que tiene grandes aportaciones a la justicia histórica, pero que quizá esté atravesada por un equívoco que conviene discutir. Mis reservas iniciales nacían de la sospecha de que esta ley sólo se interesaba por la memoria de las víctimas democráticas, en cuyo caso habría que preguntarse qué pasa con las víctimas no democráticas, por ejemplo, la monja de clausura asesinada en la Guerra Civil por ser monja: ¿no merecen memoria? ¿no son víctimas memorables? Y, sobre todo ¿su memoria es irrelevante para la democracia? o ¿qué tiene que ver la democracia con esa memoria? En esas preguntas no está en juego sólo el alcance de la memoria sino el de la democracia.

 1. Leía recientemente un largo discurso de Carmen Calvo, la exvicepresidenta del Gobierno de Pedro Sánchez que lideró  los esfuerzos por la aprobación de esta ley de Memoria Democrática, titulado, “La necesidad de la memoria democrática hoy”, donde ofrece explicaciones muy reveladoras sobre el alcance de esta ley.

17/2/25

Hitler aún puede vencer

             Elie Wiesel, superviviente del Holocausto y Premio Nobel de la Paz, decía que Hitler -y no Dios- fue quien mantuvo su promesa. Prometió exterminar al pueblo judío y lo llevó a efecto; Dios, en cambio, no hizo nada mientras esto ocurría por el pueblo que había declarado imperecedero. Hoy, ochenta años después de Auschwitz, bien podemos decir que no, que Hitler ha sido derrotado porque su proyecto no consistía sólo en exterminar a un pueblo, sino en no dejar rastro del crimen para que nadie le recordara.

13/2/25

Juicio al nacionalismo o por qué he escrito "Tierra de Babel. Más allá del nacionalismo" (Trotta, 2024), Reyes Mate*

 1. Subyace a la escritura de este libro una triple motivación. En primer lugar, que es un tema de actualidad. El nacionalismo está en todas las agendas. No me refiero sólo al catalán o vasco o a la ola nacionalista de la extrema derecha o al español, húngaro o americano, sino a su capacidad de contagio que invade todo. Durante años he colaborado en El Periódico de Catalunya y he podido ver cómo la vis nationalista enturbia lo que es claro sin que aclare lo turbio. La segunda motivación es menos coyuntural. Creo que la figura del Estado Nación, meca de todos los nacionalismos, tanto de los ya constituidos como de los aspirantes, es incapaz de responder a los retos de nuestro tiempo, empezando por el de la emigración y siguiendo por los territorios en guerra. Tareas que en el pasado ha podido desempeñar con mayor o menor fortuna, le resultan hoy imposible.

Hay una tercera razón que en mi caso ha tenido su peso, aunque me resulte difícil trasmitirla: porque hubo Auschwitz, un acontecimiento epocal en el que el nacionalismo demostró que no sólo excluye sino que, dejado a su aire, también extermina. Lo que el deber de memoria nos dice es que Auschwitz no es sólo parte de la historia del nacionalismo sino que forma parte de su naturaleza.

21/1/25

El frente religioso del trumpismo

            Jaime Mayor Oreja, que fue ministro de un gobierno español y pudo ser más, se ha puesto al frente de una troupe muy ruidosa que predica, según sus propias palabras, “la verdad de la creación frente al relato evolucionista”. Lo de que predique la creación es una verdad a medias pues lo que defiende no es el origen creado del universo, algo que judíos y cristianos aceptan, sino el creacionismo, esto es, una versión, al tiempo infantil y agresiva, sobre el origen del mundo harto discutible. Este movimiento, que viene de grupos religiosos de los Estados Unidos, tiene como único soporte la interpretación literal de la Biblia. No parece que les importe ni la ciencia, ni tampoco la interpretación ilustrada de los textos bíblicos. Hace unos años inauguraron un museo creacionista y allí se explicaba que los dinosaurios desaparecieron con el diluvio porque el Arca de Noé no les habilitó una estancia a la medida de sus proporciones.

             Son grupos poderosos que ya intentaron a principios del siglo XX ilegalizar la enseñanza de la evolución –su bestia negra- en las escuelas. Epicentro de aquella oleada fue el caso Scopes (1925), inmortalizado luego por Stanley Kramer en el film La herencia del olvido que revive el juicio contra un profesor de secundaria condenado por enseñar la teoría de Darwin. Como el envite les salió mal, volvieron a intentarlo exigiendo que, en la docencia, la teoría creacionista tuviera el mismo trato que la de la evolución. El Tribunal Supremo zanjó la cuestión, prohibiendo la enseñanza del creacionismo en las escuelas. Desde entonces se revisten de ropaje científico por eso hablan de “diseño inteligente”, un término puesto en circulación por un profesor de Berkeley. Lo que pretenden es ver en toda creatura la mano del alfarero creador tal y como cuenta el Génesis. En lugar del azar, una mano que mueve todos los hilos, pasando por encima de siglos de reflexión sobre el sentido de esa metáfora y los límites de la libertad.

14/1/25

La piedad de las palabras

           Menudean estos días escritos sobre la esperanza, nada impropio en un tiempo de espera como éste de Adviento. Lo sorprendente es que sus autores no son religiosos sino pensadores muy mundanos que no están contagiados del espíritu navideño, sino de su contrario.

           La filosofía, en efecto, sólo habla de la esperanza desde la desesperación. En los tiempos de entreguerras del siglo pasado, cuando era medianoche en la historia porque el mundo se debatía entre el totalitarismo pardo de los nazis y el rojo del estalinismo, se hizo célebre la idea de que “sólo por los desesperados nos es dada la esperanza”. Se descubrió la esperanza donde menos se esperaba, a saber, entre los desesperados. Y eso es así porque el desesperado no es un ser humano resignado con su mala suerte, sino alguien que echa de menos la esperanza, por eso, porque no la tiene y necesita tenerla,  se siente abatido.